GORDON Y EL AMANECER
Lamentable y mañoso que programas con elevado potencial
formativo se transmitan en horas de la madrugada, mientras que en horarios
estelares se bombardee al televidente
con una carga de contenidos enajenantes que idiotizan a muchos y descorazonan a
pocos… En fin, puedo decir que en asuntos televisivos me salva el insomnio “de
amanecida”, de manera que si estoy de pie al filo de las cinco de la mañana tengo
oportunidad, entre otras cosas, de sintonizar algún buen programa en los
canales educativos de televisión. Así
fue como hace unos días correspondió a José Gordon, Premio Nacional de
Periodismo en la categoría de
Divulgación Científica, acompañarme a esperar el alba, con un programa
estupendo del que hoy quiero hacer mención.
Pepe Gordon me parece el paradigma de comunicador que
trabaja por lograr un cambio social; hallo en él la afortunada coincidencia
entre ciencia y arte capaz de generar una
filosofía de vida, con la que seduce la inteligencia emocional de quien lo
escucha. En esta ocasión se hallaba disertando sobre imaginación, inteligencia
y creatividad para un numeroso grupo de maestros, haciendo referencia a los
mapas de inteligencia que un maestro es capaz de activar en sus alumnos, para
de ese modo encaminarlos hacia sus propios descubrimientos personales. Como lo mencioné líneas arriba, un atributo que
siempre me ha atrapado de José Gordon es
el entusiasmo que pone a la transmisión de sus personales percepciones, que no
son fruto de la observación fortuita sino de un bien documentado escrutinio. De
la comunicación hecha por maestros de este nivel es de donde se abreva lo
necesario para interpretar y valorar a nuestro mundo de un modo más incluyente,
desechando paradigmas que de otra manera no podrían descartarse.
Si buscáramos identificar la palanca que dispara la mayor
parte de nuestros actos sociales, hablaríamos de la necesidad de
reconocimiento. De uno u otro modo todos
los seres humanos, desde que tenemos conciencia de que existimos, vamos en la
búsqueda de elementos que nos validen, primero frente a los demás, y más
delante frente a nosotros mismos. En la infancia temprana y de modo paulatino,
el niño va haciendo la separación de la figura materna y la propia, hasta que
una mañana descubre que él es un ser independiente de su madre, y a partir de
ese momento procurará la atención y la aprobación materna ante la amenaza de
una angustia existencial. Conforme crece
son diversas figuras externas las que van llevando a cabo esa misma función de
validación, otros miembros de la familia, amigos, maestros, y por supuesto, en
gran medida, los autores que marcan para toda la vida.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando aquel mecanismo falla, o se
rompe en el camino?... La necesidad de reconocimiento sigue ahí, en su mismo
lugar, como disparador de nuestras emociones y consecuentes acciones, así que
ahora aquella necesidad llevará a “comprar” el reconocimiento por diversos
caminos, los más socorridos en este mundo consumista, y en oferta permanente en muchos canales de televisión,
son el dinero, el poder y el sexo. Y
allá van nuestros jóvenes seducidos por el canto (para mi gusto bastante
desafinado) de esas sirenas mediáticas, dispuestos a seguirlas como el
legendario Jasón…
Volvamos a José Gordon, quien se escapa de tales clichés
para presentarnos la ciencia como una experiencia de la condición humana, un preguntarnos
de qué manera ocurre esa sucesión de milagros que originan un amanecer, o la
rotación de los astros, o el portento de la audición, todo aquello de lo que formamos parte, como un engranaje más de la
maquinaria cósmica. En pocas palabras, sus
reflexiones nos llaman a adquirir la sabia humildad de no creernos el ombligo
del mundo, y a partir de nuestro pequeño espacio personal, trabajar por lograr
la mejor versión de nosotros mismos. “El arte revela el lado invisible de lo
visible”, palabras del propio Gordon que de nueva cuenta invitan a explorarnos a
través del arte, para descubrir ese hilo conductor que la conecta con la ciencia, desde el momento en que comunica cerebro y corazón.
En este tenor no es difícil imaginar que cualquier acción
que se realice, o que por el contrario, deje de realizarse, es capaz de
generar inestabilidad en todo el sistema,
o haciendo alusión al aforismo chino: “El aleteo de las alas de la mariposa se
puede sentir del otro lado del mundo.” Y
siendo así, ¿cuánto efecto no tendrá esa necesidad de reconocimiento no
satisfecha, que se remolinea en tantos corazones?...
Nuestra mejor herramienta es la palabra, la que se lee, la
que se expresa, la que se vive. Un entusiasta comunicador que sabe dónde está
parado y hacia dónde va, constituye un excelente compás de navegación en estas aguas
turbulentas.
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