domingo, 10 de marzo de 2024

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


ABRAZOS MORTALES

El caso Ayotzinapa, a punto de cumplir diez años de ocurrida la tragedia, sigue dando mucho de qué hablar.  Esta semana fue la negativa del presidente López Obrador para recibir a los padres de los normalistas y a sus abogados en Palacio Nacional, lo que generó un plantón de protesta de los guerrerenses frente a la sede del Ejecutivo.  Casi en forma simultánea, mientras uno de los padres y el abogado que ha llevado el caso desde el principio, comunicaron a los medios de difusión que se retiraban de vuelta a casa, ocurrió un incidente en la puerta 1 de acceso a Palacio, sobre la calle de  Moneda.  Un grupo de hombres, principalmente jóvenes, desplazaron una camioneta tipo pick up de las cercanías del inmueble y la utilizaron como ariete en contra de la puerta de madera, que finalmente se rompió, permitiendo la entrada de varios de los manifestantes, que a su vez fueron repelidos por fuerzas del orden, que no habían aparecido hasta ese momento, y lo hicieron disparando gas pimienta a la turba, que optó por retirarse.

Quedan muchas dudas sobre cómo llegó la camioneta hasta la puerta, si el edificio de Palacio Nacional siempre está blindado y con guardias en el exterior.  Que si fue una provocación auténtica, que si hay intereses ajenos al movimiento detrás… En fin, se barajan hipótesis variadas que tal vez nunca alcancen a esclarecerse, máxime que el presidente dio la indicación de que se cancelara cualquier investigación por parte de la FGR.

Esa misma noche, en el libramiento a Tixtla, en Guerrero, se presentó un segundo incidente.  Nuevamente aparecen al menos dos versiones: la primera, la oficial, señala que dos normalistas venían a bordo de un vehículo con reporte de robo; un retén policíaco les dio la orden de detenerse, ellos la desobedecieron y además accionaron armas de fuego en contra de los estatales.  La segunda hipótesis, esta vez de los padres, señala lo contrario: no era un vehículo robado, no traían armas y los uniformados dispararon a mansalva.   Nos volvemos a topar con que, en una época altamente tecnológica, la verdad se escurre como pez en el agua, y tal vez nunca sepamos lo que en realidad ocurrió.  Isabel Miranda de Wallace sugiere que, si los elementos de las fuerzas del orden portaran cámaras unipersonales, podría llegarse a la verdad.   Por alguna misteriosa razón, no las portan.

Más allá de todos estos hechos que hablan de alteración del orden público, véase por donde se vea, una cosa es clara.  Todo lo anterior es resultado de la descomposición social que vive nuestro país, y es una evidente muestra  del fracaso de la política de los abrazos.  Hemos tenido durante casi seis años un gobierno que pide no mover el agua ante las acciones delictivas.  Deposita en las mamás y las abuelitas la responsabilidad que al Estado corresponde.  Todo ello lleva a la impunidad y a que cada ciudadano, o grupo, o movimiento, se sienta con derecho a realizar lo que a su criterio parezca, en casos como los arriba señalados, para hacer justicia por propia mano.  Vaya, y en el festín, por qué no, sacar tajada personal violentando las leyes. Para ejemplo también guerrerense tenemos el enorme saqueo de los grandes almacenes en Acapulco, recién ocurrido el huracán Otis.  Resultaba hasta apocalíptico, diría yo, ver las expresiones de satisfacción de los saqueadores al presumir sus presas.

El mensaje que se lee entre líneas es: “No hay por qué señalar como delitos esas iniciativas de la sociedad civil”.  Ante tal premisa podrán seguir creciendo la extorsión, el secuestro y el robo más descarado, puesto que no hay problema, son travesuritas frente a las que hay que actuar como quien nada ha visto.

Recuerdo un principio de la cultura japonesa que me parece maravilloso: “Si te encuentras una moneda tirada en la vía pública, pero no es tuya, déjala ahí, no la tomes”.   Lo encuentro tan honorable como utópico. Establece el valor de la propiedad privada, así sea un yen sobre la banqueta.   En México, por desgracia, la normalización del delito nos ha llevado a ver las cosas de otra manera y, vaya, quizá hasta considerar en un momento dado irrespetar la vida, el buen nombre o la propiedad de los demás, que al cabo “no pasa nada”.

Durante mis años laborados dentro del IMSS, en dos ocasiones me invitaron a ocupar puestos directivos. Acepté dejando de lado la práctica clínica, pero finalmente entendí que no era lo mío; no me apasionaba.  Eso sí, aprendí principios de gran valor, que aún a la fecha aplico en mi vida personal.  Uno de ellos es medir  las acciones con base en resultados y entender que las buenas intenciones no cuentan como datos duros.  Ahora que vamos cerrando círculos, buen momento para analizar y decidir el futuro que estamos trazando para nuestros hijos y nietos.

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo con tus muy bien estructurados razonamientos. La descomposición social por la indiferencia de las instituciones es gravísimo.

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  2. Por desgracia así es, Margarita. En estos tiempos la fuerza ciudadana es fundamental para evitar dicha indiferencia.

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