LA PALABRA COMO AGENTE DE CAMBIO
“En el principio era el verbo…” Expresión con que inicia el
Génesis de San Juan y que a lo largo de la historia ha recibido infinidad de
interpretaciones, más allá de la propiamente religiosa, que habla de un solo
Dios en tres personas distintas. En lo
particular es una frase muy inspiradora con respecto al valor de la palabra en
nuestro diario quehacer.
Hallo muy sano tener sesiones de terapia semanales. Es un
mantenimiento de la maquinaria emocional donde reviso periódicamente mi forma
de reaccionar ante la vida. Un recurso estupendo, que finalmente ha logrado
deshacerse de sus estigmas del pasado. Esta semana revisaba en sesión el valor
que para mí ha tenido la palabra como llave de acceso hacia infinidad de aprendizajes:
Primero para ensayar cómo expresar lo que llevo dentro; luego para interpretar
lo que recibo del exterior, y finalmente para obsequiarme un solaz
esparcimiento con mis lecturas grandes y pequeñas. Ese acto aparentemente aislado de sentarme
frente a un libro y conectarme con la realidad que este me ofrece, es como
recibir una invitación de lujo para una fiesta del espíritu: en diversos
lugares y distintas épocas. Fiestas en
las que se exalta la grandeza del ser humano, que va más allá de tiempo y
espacio. Un
libro tiene algo de divino, trasciende sus propios límites para seguir tocando
las mentes y los corazones de lectores mucho más allá de las circunstancias en
que fue concebido.
Regresando a las profundas palabras de San Juan: Retomamos
la idea que muy diversos filósofos han tenido a través del tiempo: El
pensamiento se plasma en palabras en su trayecto para convertirse en realidad.
Si yo me quedo con mis pensamientos encerrados en la cabeza sin comunicarlos,
difícilmente van a impactar al mundo.
Muchas veces evitamos externarlos por temor a ser juzgados, en un mundo
altamente crítico. También puede suceder que yo tenga dificultades para
expresarme con tino, de modo que prefiero no externar lo que traigo dentro. Para hacerlo necesito, de inicio, una mente bien
informada, organizada en sus procesos de pensamiento, y despejada de parásitos
emocionales, capaz de imaginar realidades posibles, además de un lenguaje claro
para comunicar las propias concepciones a los demás. De otro modo nos colocamos en una situación
caótica que poco logrará más allá de mucho ruido.
Hay mentes brillantes por todos lados. Están las que optan
por avanzar solas, como un cactus en el desierto, de modo que desde su
aislamiento no van a lograr tanto como hubieran hecho en un contexto social. Las condiciones ideales de expansión conllevan
el establecimiento de conexiones. Que el
dueño de ese talento pueda comunicarse con quienes le precedieron a través de
los libros, y con sus contemporáneos de diversos modos, para desarrollarse y fructificar.
Y que asuma el compromiso con los que vienen detrás, para facilitarles la ruta.
Es una cadena virtuosa: siempre habrá algo
nuevo qué aprender y algo nuevo qué enseñar.
Una mente brillante, asistida por la humildad frente al cosmos, dejará
huella de su andar.
¡Cuántas telarañas emocionales obstaculizan nuestro afán de
aprender! Muchas veces consideramos de entrada que lo que el otro dice es
totalmente falso. Lo descalificamos a
priori; no concedemos ni un ápice de oportunidad a su dicho. O lo desafiamos. O lo eliminamos a la primera de cambios. Siendo que –definitivamente—algo habríamos
aprendido de él si hubiéramos puesto atención a sus palabras. Sucede en la diaria convivencia, nos da por
juzgar a botepronto y manifestar nuestro desacuerdo, no de manera frontal sino
propalando rumores, labor, a más de aviesa, estéril.
En fechas recientes me topé con una frase muy realista que
dice que hoy en día nos comunicamos con otros, no para entenderlos sino para
imponer nuestras ideas. Lo hallo muy cierto, en particular en redes sociales,
donde aceptamos lo que es afín y generamos nuestros núcleos de identidad, a la
vez que descartamos explorar lo distinto.
La lectura, tanto de un texto como de la vida, requiere, en
primer lugar, de la curiosidad por descubrir algo nuevo; salir de mi zona de
comodidad a explorar cosas desconocidas. Implica enfrentar esa situación con
atención, dispuesto a ir en búsqueda de significados que me puedan enriquecer.
Los imaginativos se informan y con ello complementan sus propias
concepciones. Disfrutan esa ampliación
de significados en sus vidas. Se plantean preguntas a partir de la sabia
humildad de reconocer que de entrada no lo saben todo. Así es como, a lo largo
del camino revisan, rectifican y enmiendan sus posturas frente a la vida, en un
cambio que provee de oxígeno nuevo al espíritu.
¡Maravillosa palabra! Boleto a grandes experiencias que nos
cambian la vida para siempre.
Me encanta leerte, lo fácil que comunicas lo que te propones exponer, agradezco el poderte leer a ti y a todos los que colaboran contigo, es un verdadero placer además de enriquecerme
ResponderBorrarMuy agradecida por tu generoso comentario.
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