domingo, 18 de septiembre de 2022

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 MÉXICO DESDE EL CORAZÓN

Días de fiestas patrias, cuando recordamos a los próceres que nos dieron libertad y vida independiente. A los criollos y mestizos que, cansados de depender de una corona extranjera, dieron todo lo que eran y tenían por emanciparnos. La celebración cívica tradicional ha ido adoptando características que poco o nada tienen que ver con la gesta heroica: Se hacen representaciones en las escuelas, sí, pero poco se explica a los escolares la trascendencia de las acciones libertarias para el México de nuestros tiempos. En ocasiones siento que se enfoca más a la gastronomía, a votar si los chiles en nogada van capeados o no; si los tamales ganan a los pambazos o si el pozole es más representativo que el menudo. Por más que a todos nos guste complacer al paladar, en mucho se desvirtúa la razón de ser de la celebración que nos convoca a los mexicanos en plazas y zócalos, a escuchar el grito de Independencia, al cual se añaden o se quitan frases que nada tienen que ver con el mensaje original. En mi muy personal opinión, se resta valor a la celebración patria cuando se hace acompañar de eventos populares, como si por ella misma no fuera suficiente para exaltar el sentimiento de los mexicanos. Justo en esta ocasión, en las delegaciones de la Ciudad de México, se dejaron escuchar los sones de Los Tigres del Norte; La Sonora Santanera; Los Ángeles Azules, ente otros muchos grupos que amenizaron las fiestas en la Ciudad de México.

Desde el corazón yo quisiera que enseñáramos a nuestros niños a amar la patria por lo que es: Su naturaleza; su historia; su estado actual. Que ellos alcancen a imaginar que hubo quienes dieron su vida por lograr estos ideales de nación. Aquellos que sacrificaron toda la comodidad, la calma y su estabilidad económica por emprender una lucha para darnos una identidad propia. Paradójico, en ocasiones no resulta sencillo señalar a los menores lo que implica dar la vida por una causa, cuando vivimos en un país en el que la muerte campea oronda entre nuestros hogares, nuestras escuelas, nuestras iglesias. Habrá pues, que explicarles a esos pequeños que en condiciones ideales los países no viven esas cifras de violencia tan elevadas como las que poseemos en México hoy en día.

El suelo bajo tus rodillas, de piedra, sopesa tu carne blanda,
tus huesos que han de durar menos que sus guijarros. Claudina Domingo

Dentro de los fenómenos sociales que nos asaltan en este tercer milenio, se halla la concepción de la vida y de la muerte. La primera la sentimos a ratos tan efímera, a ratos tan utilitaria. La segunda nos acompaña de día y de noche, como una sombra maligna que en cualquier momento puede engullirnos. Es así como no nos alcanza la serenidad para aprender a querer a nuestro México por lo que es, por su esencia última, y no por lo que los políticos dicen o imponen. Es necesario conocer nuestro país desde sus entrañas, a través de nuestra gente de barro y cobre, que siempre sabe hallar lo bueno en toda situación. El México artesano, creador, que busca improvisar con lo que tiene para obtener lo mejor. Ese México que se canta con profundo amor por los nuestros, por quienes nos conformaron como nación, por quienes nos dieron vida y nos enseñaron a asumir la identidad propia.

Sean estas fiestas un motivo de alegría para nuestro corazón. Más allá de los adornos que se cuelgan en la vía pública; más allá de los símbolos patrios que se exige respetar en las formas, pero  tanto se violan en el fondo. Sea este paréntesis en el tiempo ocasión para repasar nuestra historia, no con la memoria sino con la empatía del corazón, como un homenaje a esos valientes hombres y mujeres con cuya sangre se conformó el espíritu nacionalista.

Que desechemos la tibieza, que salgamos del capullo dispuestos a defender a nuestro amado México por encima de las actitudes de provecho personal y nada más. Que seamos capaces de responder a ese llamado histórico de nuestros independentistas, para hacer de nuestro país la mejor cuna, digna y honorable, para hijos y nietos.

1 comentario:

  1. Muy cierto, no perder de vista EL VERDADERO VALOR de la festividad.

    Que no se convierta en motivo electorero.

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