domingo, 18 de diciembre de 2016

Un pesebre con dos bebés


En 1994 dos americanos respondieron una invitación que les hiciera 
llegar el Departamento de Educación de Rusia, para enseñar moral y 
ética en las escuelas públicas, basados en principios bíblicos.

Debían enseñar en prisiones, negocios, el departamento de bomberos, el de 
la policía y en un gran orfanato. En el orfanato había casi 100 niños 
y niñas que habían sido abandonados, abusados y dejados en manos del 
Estado. De allí surgió esta historia relatada por los mismos 
visitantes:

Se acercaba la epoca de las fiestas de 1994, los niños del orfanato 
iban a escuchar por primera vez la historia tradicional de la 
Navidad. Les contamos acerca de María y José llegando a Belén, de 
como no encontraron lugar en las posadas, por lo que debieron ir a un 
establo, donde finalmente el niño Jesús nació y fue puesto 
en un pesebre.

A lo largo de la historia, los chicos y los empleados del orfanato no 
podían contener su asombro. Algunos estaban sentados al borde de la 
silla tratando de captar cada palabra. Una vez terminada la historia, 
les dimos a los chicos tres pequeños trozos de cartón para que 
hicieran un tosco pesebre. A cada chico se le dio un cuadradito de 
papel cortado de unas servilletas amarillas que yo 
había llevado conmigo. En la ciudad no se podia encontrar un solo 
pedazo de papel de colores.

Siguiendo las instrucciones, los chicos cortaron y doblaron el papel 
cuidadosamente, colocando las tiras como paja. Unos pequeños 
cuadraditos de franela, cortados de un viejo camisón que una señora 
americana se olvidó al partir de Rusia, fueron usados para hacerle la 
manta al bebé. De un fieltro marrón que trajimos de los Estados 
Unidos, cortaron la figura de un bebé. 

Mientras los huérfanos estaban atareados armando sus pesebres, yo 
caminaba entre ellos para ver si necesitaban alguna ayuda.

Todo iba bien hasta que llegué donde el pequeño Misha estaba sentado. 

Parecía tener unos seis años y habia terminado su trabajo. Cuando 
miré el pesebre quedé sorprendido al ver no solo un niño dentro del mismo, sino dos. Llamé rápidamente al traductor para que le preguntara 
por que había dos bebés en el pesebre. 
Misha cruzó sus brazos y observando la escena del pesebre comenzó a 
repetir la historia muy seriamente.

Por ser el relato de un niño que había escuchado la historia de 
Navidad una sola vez estaba muy bien, hasta que llegó la parte donde 
María pone al bebé en el pesebre. Allí Misha empezó a inventar su 
propio final para la historia, dijo:

Y cuando María dejó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me 
preguntó si yo tenia un lugar donde quedarme. Yo le dije que no tenía 
mamá ni papá y que no tenía donde quedarme. Entonces Jesús me 
dijo que yo me podia quedar allí con El. 
Le dije que no podia, porque no tenía un regalo para darle. Pero yo 
quería quedarme con Jesús, por eso pensé qué cosa tenía que pudiese 
darle a El como regalo; se me ocurrió que un buen regalo podría ser 
darle calor. Por eso le pregunte a Jesús: Si te doy calor, ¿ese 
seria un buen regalo para ti?
Y Jesús me dijo. Si me das calor, ese sería el mejor regalo que 
jamás haya recibido
Por eso me metí dentro del pesebre y Jesús me miró y me dijo que 
podía quedarme allí para siempre.

Cuando el pequeño Misha termino su historia, sus ojitos brillaban 
llenos de lágrimas empapando sus mejillas; se cubrió la cara, posó la 
cabeza sobre la mesa y sus hombros comenzaron a sacudirse en un 
llanto profundo.

El pequeño huérfano había encontrado a alguien que jamás lo 
abandonaría ni abusaría de él. Alguien que estaría con él para 
siempre.

Y yo aprendí que no son las cosas que tenes en tu vida lo que cuenta, 
sino a quienes tienes, lo que verdaderamente importa.

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